viernes, 25 de julio de 2014

Las quiebras son un MBA que me dejan lecciones

Mario Hernández, empresario colombiano.

Muy pequeño, cuando salió de su natal Capitanejo, en Santander, tuvo que ayudar a su familia que se trasladó a Bogotá, para huir de la violencia partidista hacia 1947.
Mensajero, vendedor de fantasía, dueño de panadería y agente de finca raíz, organizó café concierto, también ha montado restaurantes. Son actividades que ha ejercido a lo largo de su vida con escasa formación académica.
“He hecho de todo y también he perdido mucho”, dice. Un ejemplo de ello fue cuando llevó la marca Marroquinera a Nueva York con un almacén con bolsos cafés, sillas colombianas y resulta que eso no era”.
“Era la ignorancia de uno. Además que me cogió una época dura de la Bolsa. Pero ha sido mi mejor MBA, perdí un poco de plata y llegué a la conclusión de que habían estaciones, colores, moda, que el nombre no era porque no se pronunciaba y que había que cambiar”, recordó.
Luego, fue a España donde le recomendaron dejar los nombres de Marroquinera y Cuerolandia, para dar paso a las tiendas Mario Hernández.
Y aunque reconoce que no es amigo de la zona de confort y que le gusta hacer negocios, con el paso del tiempo se concentró en la industria y la comercialización de productos de cuero con su nombre.
De todos los años de trasegar en el mundo empresarial, Hernández planteó su visión sobre el país y el sector privado en una nueva edición de ‘Lecciones Empresariales’ de Portafolio, realizada ayer en la sede de egresados de Uniandinos.
Allí, destacó su experiencia en la comercialización de productos de lujo y con valor agregado.
“El que vende barato se quiebra tarde o temprano, porque aparece otro que vende más barato”, sostiene.
A su juicio, su empresa va por el camino correcto en la medida que ha escalado en la cadena de valor, teniendo en cuenta que competir con productos chinos no es posible.
Por eso destaca el trabajo con diseños e innovación. “Hay una gran oportunidad, pero haciendo cosas diferenciadas”.
De hecho, si bien la compañía tiene un equipo de diseñadores que ‘comanda’ su hija, todas las propuestas pasan por sus manos, al considerar que si bien hay que aprender a delegar, “tampoco hay que dejar de vigilar”.
Es un convencido de que hay que hacer apuestas diferentes y correr riesgos. Y si el producto no gusta en los primeros días, dice, “no me demoro en tomar decisiones y los artículos van a parar a los outlets, a donde a la gente le gusta comprar también”.
El manejo cuidadoso de las finanzas es un aspecto en el que enfatiza.
Dice que no es amigo del endeudamiento alto, ni de crecer desaforadamente. “Hay que ahorrar para las épocas malas, ahorrar para la vejez y no sentirse rico”, sugiere.
“Somos amigos de cosas para mostrar y lo que tenemos que hacer es invertir en la empresa y mantener un endeudamiento de 15 o 20 por ciento del patrimonio que uno tenga”.
El mensaje para quienes incursionan en el mundo empresarial es que sean constantes y que no crean que la plata es lo importante. Considera que la plata “es necesaria para vivir, pero uno se va sin nada”. La necesidad de que en el país se deje de pensar “en pequeño” es un tema recurrente en su discurso.
De todas maneras, destaca el aumento de las exportaciones, el crecimiento del PIB, un mayor poder adquisitivo, siendo el más beneficiado el consumidor que exige a las empresas estar más actualizadas.
También propone a los empresarios “llorar menos” y dejar de quejarse. Por el contrario, en un entorno malo hay una gran oportunidad, plantea. Por ejemplo, cree que no hay que reclamar por el valor del dólar, tras afirmar que “tenemos que acomodarnos porque esa es una situación del mundo”.
Desde su óptica, también falta más conciencia del sector privado de que hay que pagar impuestos. “Es como llegar a la casa a pedir comida, sin dar para el mercado”, advierte.
MÁS CRECIMIENTO
Mario Hernández tiene en Colombia y en el exterior 55 tiendas y genera 800 empleos, pero la meta es abrir 120 en cinco años.
Actualmente, se asesora y prepara la infraestructura y la logística necesaria para tener el producto que demanda una expansión de esas dimensiones.
Mientras evolucionan esos planes, el ejecutivo explica que el compromiso de las empresarios es que las compañías perduren.
“Si los hijos no son, entonces se venden las compañías, pero que no se acaben por tener gente ineficiente”, comenta.
Dejarles “un poquito menos a los hijos” y compartir más con la gente y mejorar la calidad de vida de las personas, es parte de su empeño. Por eso, Hernández explica que parte de su esfuerzo se concentra en ayudar para que sus empleados tengan vivienda.
“Mi mayor satisfacción es cuando se le entrega una casa a la gente”, dice.

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