domingo, 1 de abril de 2018

Los sectores que marcan la recuperación económica

El crecimiento del año pasado fue muy bajo. Sin embargo, pudo haber ocurrido un punto de inflexión, que permitiría acelerarlo este año. ¿Cuáles son las perspectivas? 

 
Germán Arce Ministro de Minas y Energía / María Lorena Gutiérrez Ministra de Comercio, Industria y Turismo. 

El año pasado fue uno de los de menor crecimiento en la historia reciente del país. El promedio de los analistas estima que la actividad económica se habría expandido apenas 1,7% en 2017, un poco menos que en 2016 (2%) e igual que en 2009, cuando sufrió el impacto de la crisis financiera internacional.

El lento crecimiento en los dos últimos años se debió a la moderación de la demanda interna, que fue necesaria para estrechar los desbalances macroeconómicos en que incurrió el país por el descenso del precio de las materias primas. La ralentización del gasto permitió reducir el déficit de la cuenta corriente (de -4,4% a -3,7% del PIB), con base en un descenso del desbalance fiscal (de -4% a -3,6% del PIB) y una disminución del exceso de la inversión sobre el ahorro del sector privado.

Sin embargo, el incremento de las tasas de interés, la reforma tributaria y la disciplina fiscal que se requirieron para lograr el ajuste dejaron la economía sin fuentes dinámicas de demanda: la inversión cayó en 2016 y permaneció estancada en 2017, el gasto público se ralentizó en el primer año y el consumo se desaceleró en ambos.

A pesar de ello, el año pasado el gasto doméstico repuntó de una manera moderada, de la mano de una aceleración del gasto público. Además, en el tercer trimestre las exportaciones aumentaron, lo cual dio un pequeño empujón al crecimiento, que se aceleró de 1,2% a 2% anual.

El ajuste de la economía precipitó una crisis en varios sectores. El de minas e hidrocarburos cayó en una larga depresión desde 2014, que se prolongó durante el año pasado, pero a unas tasas negativas cada vez menores. Aunque la refinación de los hidrocarburos aumentó, la industria recayó en una recesión, agobiada por la poca demanda para los insumos que genera para la construcción y para los bienes que produce para los mercados internos y externos.

Debido a un exceso de oferta en el subsector de las edificaciones, la construcción también entró en una recesión, a pesar de la aceleración de las obras de ingeniería civil para la recreación (y atender compromisos deportivos) y la minería. Tampoco el sector de transporte y comunicaciones salió del estancamiento, por la recesión del terrestre y la larga depresión de las telecomunicaciones.

En contraste, gracias a un repunte moderado de todos sus subsectores, el de electricidad, gas y agua emergió a unas tasas moderadas de la recesión causada por el Fenómeno de El Niño.

El sector de comercio, restaurantes y hoteles continuó con una expansión tenue, halada por la actividad hotelera.

Así, el año pasado la actividad económica fue sostenida apenas por tres sectores. El financiero, gracias a la dinámica expansión de la intermediación. El agropecuario, por la mayor producción de café y otros productos agrícolas, al recuperarse de los estragos del Fenómeno de El niño. Y el de servicios, por el aumento de los provistos por la administración pública.

Sin embargo, el repunte del tercer trimestre sugiere que la tendencia de la actividad económica tuvo un punto de inflexión el año pasado. Algunos indicadores adelantados permiten conjeturarlo. En octubre y noviembre, por ejemplo, la variación anual promedio del indicador de seguimiento de la economía del Dane sugiere que el ritmo de la actividad económica en el cuarto trimestre fue similar al del tercero.

Además, la encuesta de los consumidores de Fedesarrollo indica que su desconfianza disminuyó durante el año, en la medida en que aminoraron sus expectativas pesimistas y su percepción de las condiciones económicas fue cada vez menos mala. La confianza de los comerciantes aumentó en el segundo semestre, con base en unas mejores expectativas para los próximos seis meses, con el cual cerró por encima de un año atrás. Aunque la confianza de los industriales no mejoró respecto de diciembre del año anterior, su pesimismo se redujo en el último trimestre, por sus mayores expectativas de producción para el próximo semestre.

Con base en esos indicios, los analistas esperan un repunte moderado de la actividad económica este año, a una tasa de 2,6%, por una aceleración de la demanda tanto interna como externa. El mayor gasto doméstico se basaría en una aceleración del consumo de los hogares y de la inversión privada, estimulados por las menores tasas de interés, la mayor confianza y un incremento más dinámico del ingreso disponible, tanto por los mejores términos de intercambio como por el incremento del salario mínimo real. La inversión también resultaría favorecida por el descenso del impuesto de renta para las empresas, los mayores precios de los hidrocarburos y una aceleración de las obras de ingeniería civil. El aumento de las ventas externas se debería a un crecimiento global y regional más alto.

FMI, Optimisma

El entorno externo más favorable, los mayores precios del petróleo, las menores tasas de interés y la aceleración esperada de las obras de las concesiones viales, previstos para este año, llevaron al FMI a incrementar su estimativo del crecimiento de la economía colombiana a 3% este año.

La mayor actividad económica aceleraría las importaciones, pero el déficit en la cuenta corriente descendería (a 3,5% del PIB), debido al incremento de las exportaciones.

La producción se ralentizaría de un modo leve en los sectores agropecuario y de servicios, se sostendría a un ritmo similar en el financiero y repuntaría en los demás. El sector minero y de hidrocarburos tendería a estabilizarse a unas bajas tasas de expansión, gracias a los mayores precios internacionales de sus productos, que estimularían la inversión. A pesar de una desaceleración moderada en la refinación de hidrocarburos, la industria emergería de la recesión con base en un repunte del resto de sus ramas. Algo similar acontecería con la construcción, que se aceleraría en las obras civiles, gracias a la aprobación de la ley de contratación pública, que ayudaría a disipar la incertidumbre de los inversionistas y la banca sobre la solución de los incidentes de corrupción, con lo cual se dinamizaría el cronograma de las obras y los cierres financieros del sector. La mayor demanda estimularía el comercio, la hotelería, el transporte y los servicios públicos, que tendrían una actividad más ágil.

Aunque las proyecciones, son optimistas, persisten riesgos para el repunte del crecimiento. La desconfianza de los empresarios y consumidores podría acrecentarse por la incertidumbre política en las elecciones. El alto endeudamiento y la pesada carga financiera, un aumento del desempleo y una transmisión lenta de los recortes de las tasas de interés pasivas a las activas, podrían demorar la aceleración de la demanda de los hogares. Un incremento del recaudo de impuestos menor que el proyectado, podría requerir un drástico recorte del gasto público para cumplir la meta de déficit gubernamental. El gobierno entrante podría implementar una “flexibilización” de la regla fiscal o incrementar las metas del déficit estatal, lo cual impediría estabilizar la deuda pública y conduciría a su degradación. En tal caso, ocurriría una fuga de capitales y sería necesario otro ajuste de la demanda interna.

Por último, un recalentamiento de las economías avanzadas podría conducir a una aceleración del cronograma de incremento de las tasas de interés de los grandes bancos centrales del mundo y de retiro del relajamiento cuantitativo, con lo cual el flujo de inversión extranjera hacia las emergentes podría resultar menor que lo previsto.

A pesar de que las perspectivas de la actividad económica del país, para este año son mejores que sus resultados en los dos últimos, apenas se encausaría hacia el crecimiento potencial, estimado en un rango entre 3% y 3,8%. Le corresponde al próximo gobierno implementar las reformas que se requieren para incrementar esa capacidad de crecimiento.


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