lunes, 21 de octubre de 2013

Qué pasa con la economía?

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Crece la preocupación por el futuro de la economía. Muchos dudan de un crecimiento más allá de 3,5% este año. Análisis de Dinero.

El pasado lunes 2 de septiembre, cuando el país estaba a la espera de las soluciones definitivas frente al paro y a las medidas para levantar los últimos bastiones de los bloqueos que paralizaron el país durante las tres últimas semanas, el presidente Juan Manuel Santos se jugó unas de sus últimas cartas. El gabinete en pleno presentó carta de renuncia protocolaria para que el Jefe de Estado pueda hacer los ajustes necesarios de cara a la recta final de su primer mandato. Las elecciones que se avecinan, el proceso de paz que se discute en La Habana y la agitación social de las últimas semanas fueron el coctel perfecto para precipitar los cambios.

Pero esa no es toda la película, pues claramente a la administración Santos se le está sumando otro dolor de cabeza: la economía.

Acaban de pasar tres semanas largas y dolorosas en este frente. Los paros afectaron el trabajo de millones de colombianos y causaron pérdidas extraordinarias al comercio, la industria, los hoteles y el transporte, para no hablar de la minería y la agricultura. Si bien los bloqueos en vías claves terminaron, quedan grandes incógnitas sobre las consecuencias para el aparato productivo.

Estos paros se dieron justo cuando empresarios y analistas volvían a calibrar sus proyecciones de crecimiento para la economía colombiana hacia el cierre de 2013. Cada vez son más las dudas respecto a que se puedan lograr las metas que estaban anunciadas. Los días que se perdieron para la producción y el comercio en agosto, y los costos de los acuerdos en que se comprometió el Gobierno para lograr el cese de los bloqueos, contribuirán a inclinar el resultado hacia el lado negativo.

La economía muestra una tendencia generalizada a la baja. En lo internacional, la caída de los precios de los commodities le ha pegado duro a varios productos colombianos. De otra parte, los anuncios sobre el próximo final de la gran expansión monetaria de Estados Unidos favorecen el alza de las tasas de interés internacionales y hacen más difícil la obtención de capitales en el exterior.

En lo doméstico, la actividad se sigue enfriando y no parece que la tendencia vaya a cambiar. Los efectos pueden ser particularmente dañinos hacia 2014, cuando la incertidumbre económica propia de la época electoral se multiplicará por cuenta del proceso de paz. Sin duda, la evaluación del riesgo por parte de los empresarios se verá afectada por esta situación y por la nueva espada de Damocles que pende sobre el Gobierno, ante la posibilidad de que vuelvan a desatarse paros y bloqueos en este difícil clima político.

Todo esto significa más incertidumbre y dificultades para los proyectos empresariales. Jorge Londoño, presidente de Invamer Gallup, es claro en su diagnóstico: “No veo un crecimiento más allá de 3% este año. Para crecer 4%, necesitábamos un 5% en el segundo semestre, eso no va a pasar. No pensé que en Colombia el tema de la estabilidad fuera a afectarse. No se veía que tuviéramos un problema de inestabilidad sociopolítica y hoy se ve amenazante”.

Ronda el pesimismo

En el primer semestre, la economía colombiana alcanzó escasamente una tasa de crecimiento anual de 2,8% y una trimestral de apenas 0,3%.

No solo los observadores privados ven las cosas así. La Junta Directiva del Banco de la República también es consciente de la situación. En el comunicado que explicó la decisión de mantener inalteradas las tasas de interés, el pasado 30 de agosto, si bien la Junta aseguró que un crecimiento entre 3% y 4,5% aún es probable, también anotó que la perspectiva es pesimista: “No obstante, los riesgos a la baja de estas proyecciones se han incrementado recientemente”. El texto incluso afirmó que esta decisión se da “sin descartar la posibilidad de una reducción” en el futuro próximo. El lenguaje del comunicado del Emisor, como siempre, fue tan parco como significativo.
El tema fue incluido por el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas. El Gobierno desea estar listo para impulsar la economía con una reducción de tasas si las cosas se siguen complicando. Apenas se conozca el resultado del segundo trimestre, el Gobierno revisará la cifra de crecimiento para este año.

Los analistas han revisando los estimativos. Fedesarrollo prevé 3,7% y Anif, 3,8%. El promedio de los analistas que Dinero consultó (
ver Dinero 428) está en 3,9%; hace siete meses era 4,3%.

Otros son más pesimistas. Rafael Marín, presidente del Grupo Marval –uno de los constructores más grandes del país–, ve un crecimiento por debajo de 3%: “La demanda está intranquila, no veo un panorama claro. Tenemos problemas en carbón, la infraestructura apenas va a arrancar y ya se está pensando en aplazar proyectos para el año entrante”.

Los administradores de fondos del sistema financiero también ven nubes negras en el horizonte. 71% de los encuestados por Fedesarrollo para su Encuesta de Opinión Financiera de agosto pasado (realizada antes de los paros) preveía una desaceleración en el crecimiento en lo que queda del año.

Si el ambiente ya se había enrarecido sin paros, ¿cómo se verá afectado el crecimiento por estos eventos?

Mauricio Reina, economista de Fedesarrollo, sintetiza su visión así: “Los cálculos de Fedesarrollo apuntan a 3,7% de crecimiento, pero estas cifras no incluían la huelga de la Drummond ni paros agrícolas y mineros. Aunque no se haya cuantificado aún el efecto de estas dos circunstancias, yo personalmente estimo que es imposible llegar a 3,7%”, asegura.

Los empresarios, además, ven que la campaña electoral arrancó y por ello empiezan a guardarse en sus “cuarteles de invierno” y aplazan proyectos importantes para después, cuando la situación esté más clara.

Quizás el diagnóstico más elocuente lo dio un empresario que pidió no citar su nombre: “Sencillamente, esto está parado. Nadie está haciendo nada”.

¿Cuánto costó?

Aún no se puede cuantificar claramente el impacto de los paros. Sin embargo, los números que están a la mano empiezan a mostrar un panorama preocupante.

La caída del tráfico por carretera tiene numerosas ramificaciones. Sergio Echavarría, gerente de Devinorte, la red vial concesionada al norte de Bogotá y la Sabana, explicó que por esa vía pasan diariamente entre 36.000 y 37.000 vehículos. Durante los días del paro, el tráfico cayó en unos 9.000 vehículos diarios y el jueves 29 de agosto fue el desastre, con una caída de 17.000 vehículos. Esto significa menores ingresos para la concesión por cerca de $70 millones en cada jornada. Esa es una de las más importantes rutas del comercio interno, pues une el norte con el centro del país. La situación fue similar en otras carreteras como las del Eje Cafetero, donde la caída en el tráfico alcanzó el 50%.

Esta caída en el tráfico por carretera implica problemas de desabastecimiento en las centrales de abastos y falta de insumos para muchas industrias. Un vocero de una compañía internacional de bebidas, quien pidió no ser citado, señaló que el paro afectó seriamente su proceso de producción, pues buena parte de las materias primas proviene de la Costa Atlántica.

El comercio y los sectores de servicios también recibieron el impacto. Según Fenalco Bogotá, los disturbios impidieron que los comerciantes vendieran más de $3.000 millones.

Cotelco, gremio de la industria hotelera, aseguró que las pérdidas fueron superiores a los $6.000 millones. Las aerolíneas tuvieron que reorganizar sus itinerarios. Avianca incluso exoneró de sanción a sus viajeros por cambios de fecha en sus vuelos entre el 27 de agosto y el 1 de septiembre en zonas afectadas por el paro agrario.

Todo esto sin contar las pérdidas en que incurrieron los propios campesinos, mineros y transportadores que participaron de las protestas.

El arreglo hay que pagarlo

El efecto económico de los paros no se refiere únicamente al freno de la actividad económica. También será necesario tener en cuenta el costo fiscal de los compromisos adquiridos por el Gobierno.

El paro cafetero en mayo implicó un presupuesto adicional de $1 billón. Allí se abrió una compuerta que, como lo demuestran los paros de agosto, será difícil cerrar.

De acuerdo con el senador Juan Mario Laserna, el costo de levantar los paros es materia de discusión entre los ponentes de la Ley de Presupuesto de 2014. Para la próxima vigencia, los ingresos y gastos del país valen $200 billones. “Ya se han escuchado ideas sobre cómo financiar los rubros adicionales derivados del paro, que podrían llegar a valer $1,5 billones”, explicó Laserna.

El senador conservador se refiere a la idea de aplazar la eliminación del 4x1.000. En el Congreso se han escuchado otras ideas como gravar las utilidades de los bancos, o hacer traslados presupuestales para cumplir los compromisos adquiridos con los manifestantes (ver recuadro).

Estos costos se tendrán en cuenta cuando se haga el balance final. El país lleva más de una década soportando un impuesto de 4x1.000, que distorsiona las transacciones financieras, limita la eficiencia del sistema financiero y es pagado al final por todos los colombianos. Se había avanzado para eliminarlo, pero ahora no será posible, pues está claro que el Gobierno no puede girar la plata contra un mayor déficit. El país escogió acogerse por ley a una regla fiscal que obliga a mantener el déficit de la Nación dentro de unos niveles predeterminados. Así, el camino de salida tendrá que pasar por aumentos en los impuestos. Quizás los manifestantes no se imaginaban que estaban desencadenando un aumento de impuestos para todos. Se habla, por ejemplo, de un impuesto a los dividendos, iniciativa que quedó pendiente en la pasada reforma tributaria.

Se buscan medidas sin costo fiscal, como las salvaguardias sobre importaciones. Sin embargo, la aplicación de estos mecanismos depende de procedimientos precisos especificados en los acuerdos comerciales. Si se aplican sin evidencia contundente, pueden desatar medidas retaliatorias.

Habrá que hacer recortes selectivos en el presupuesto para compensar los costos del paro. “Esa asignación del gasto nos puede hacer incurrir en muchas ineficiencias y lo peor es que deja la puerta abierta para que las presiones sigan sucediendo de aquí a mayo del año entrante, por la época electoral”, dice Mauricio Reina, de Fedesarrollo.

Un ejemplo es la petición de los camioneros de reducir en $2.000 el precio del Acpm. El costo de esta medida en un año puede acercarse a $3,6 billones. Esto equivale a cerca de 70% del recaudo obtenido por el impuesto del 4x1.000 el año pasado. ¿Quién los va a pagar?

El frenazo

El impacto de los paros será aún mayor en una economía que ya venía mostrando señales de desaceleración.

Esto es evidente en el sector agrícola. Para el trimestre abril-junio de 2013, la Encuesta de Opinión Agropecuaria de la SAC encontró que 43% de los productores agropecuarios creía que su situación económica era mala, en contraste con 27% en el segundo trimestre de 2012. 42% afirmó que los precios de venta fueron el factor más desfavorable, mientras que en el mismo periodo de 2012 el porcentaje correspondiente fue 31%.

En la minería se viene registrando un cúmulo creciente de problemas. Según cálculos del Sector de la Minería a Gran Escala, en el primer semestre de 2013 la producción de carbón fue de 40,5 millones de toneladas, 13,5% por debajo del mismo semestre del año anterior. Las exportaciones de carbón en el primer semestre cayeron en 29% frente al mismo periodo de 2012. Los recaudos fiscales por regalías para este primer semestre han caído aproximadamente 26%. Es claro que la meta inicial del Gobierno para 2013, de 94 millones de toneladas, no se alcanzará, y el resultado final estará entre 80 y 93 millones de toneladas, con un rango muy grande de incertidumbre. Claudia Jiménez, presidente del gremio, estima que “para el final del año el PIB minero, sin hidrocarburos, registraría una tasa de crecimiento negativa”.

La producción manufacturera también se está apagando. Según el Dane, la producción de la industria cayó 3,4% en el primer semestre. De 48 subsectores, solo 11 muestran tendencias positivas. Entre los subsectores que caen están siderurgia (5,9% en el dato anualizado); textiles (11%); calzado (4,8%); autopartes (20,9%), y carrocerías para vehículos automotores (27,8%).

“Cuando conversamos con funcionarios del Gobierno, se declaran optimistas y ven recuperación en este segundo semestre. Sin embargo, yo lo veo muy difícil. Estos paros ayudan a dañar el ambiente”, asegura Carlos Zuluaga, presidente de la siderúrgica Acesco.

Vulnerabilidad externa

Colombia enfrenta un riesgo importante que no asomaba desde hace varios años: la fragilidad de su balance externo. Desde que se aceleraron las exportaciones de petróleo y minería en la segunda mitad de la década anterior, el país se benefició con amplios ingresos de divisas por este motivo y por la llegada de capitales internacionales, atraídos por la fortaleza del peso. Esa situación cambió.

Durante el primer semestre, las exportaciones cayeron 4,1% con relación al mismo período de 2012, al pasar de US$30.475 millones a US$ 29.237 millones; mientras que la inversión extranjera directa caía 1,9% a julio. Las menores exportaciones reflejan un descenso generalizado en el precio de los productos básicos.

La excepción a esa tendencia es el petróleo, que se mantiene por encima de US$100 por barril. Según Leonardo Villar, director de Fedesarrollo, el precio del petróleo se sostiene por razones geopolíticas y no económicas, debido a las tensiones en Siria y Egipto. Sin embargo, la situación puede cambiar radicalmente, pues la oferta de petróleo está aumentando en forma acelerada con la expansión del shale oil en Estados Unidos.

“La relevancia de los ingresos petroleros se refleja en un dato del Marco Fiscal de Mediano Plazo: la sensibilidad de las finanzas públicas a un menor precio del petróleo es de $409.000 millones por cada dólar de reducción en el precio. Es un riesgo significativo”, advierte Villar.

La caída en la inversión extranjera se relaciona con el gran cambio que viene para la economía mundial, con el fin de la época de expansión monetaria en Estados Unidos. Un giro en la política gringa implicará alzas en las tasas de interés y hará menos atractivas las inversiones en países emergentes. El cambio aún no se da, pero es como si ya estuviera ocurriendo, pues los inversionistas están con los nervios de punta y reaccionan drásticamente ante cualquier señal que anticipe alzas en las tasas de interés, demandando papeles seguros y empujando las tasas al alza desde ahora. La época del dinero fácil para países emergentes terminó.

Los empresarios colombianos tendrán su atención dedicada a escrutar el horizonte para visualizar cómo terminará el año. La ejecución del gasto público será particularmente importante, pues de ella depende el ritmo de la construcción de infraestructura, la gran esperanza de salvación para este año y el próximo. El Gobierno tendrá que reaccionar en ejecución de gasto y compensar lo que se ha dejado de hacer. Según la Contraloría, hasta julio los niveles de ejecución eran de 47,4% de lo presupuestado, pero debería ir en 58%. En cuanto a inversiones, las obligaciones hasta julio van en 39%, pero los pagos apenas bordean 28%.

La tendencia del crecimiento económico cambió y tanto empresarios como analistas están revisando sus cálculos a toda marcha. Un crecimiento superior a 4% en 2013 está prácticamente descartado. ¿Alcanzará para 3%? Hay pesimistas que creen que ya no llegaremos ni siquiera a ese nivel. Tenemos que prepararnos para un año 2014 que podría ser complicado. Con elecciones presidenciales, un acuerdo de paz a mitad de camino y una economía en desaceleración, el ambiente estará enrarecido y difícil.

La economía podría convertirse en el centro de todos los debates. Estará en manos del nuevo gabinete desarrollar las estrategias y los instrumentos necesarios para reanimar el aparato productivo y darle impulso al país. Una tarea que, en medio de las dificultades y tensiones, no será nada fácil.

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