domingo, 13 de enero de 2019

La envidia, un veneno que hace enorme daño en las empresas

En era de redes sociales, el problema ha aumentado y puede minar la productividad de una compañía. 


La envidia es un fenómeno en expansión, no solo en ambientes laborales, sino también en sistemas educativos altamente competitivos. 

Es difícil escapar de la envidia, esa inconfesable sensación de incomodidad frente a los éxitos de otros, y más aún en espacios competitivos como los lugares de trabajo.

Y si bien siempre ha existido, el libro ‘Envidia en el trabajo y las organizaciones’, editado por Oxford University Press en el 2017 y escrito por tres académicos estadounidenses, alerta acerca de que se trata de un fenómeno en expansión, y no solo en ambientes laborales, sino también en sistemas educativos altamente competitivos, como el japonés, al igual que en estructuras formadas desde lo colaborativo, como los kibutz en Israel.

Ya en 2010, la revista ‘Harvard Business Review’ dedicaba al tema varias páginas, donde explicaba cómo esta emoción afecta la motivación y la productividad, tanto de envidiosos como de envidiados, basándose en los estudios de Tanya Menon y Leigh Thompson, investigadoras en ‘management’ de la Universidad de Ohio y de la Kellog School of Management de la Northwestern University, respectivamente.

Según las académicas, la envidia en los espacios de trabajo puede ser tan destructiva que quienes la sienten son, incluso, capaces de autoboicotearse y bajar su desempeño al estar más enfocados en los éxitos del envidiado que en su trabajo. Es, dicen, una emoción difícil de admitir, pero negarla solo empeora las cosas porque al reprimirla inevitablemente aflora, y con más fuerza. Un problema versión 2.0

La era de la web 2.0 tiene un rol fundamental en el auge de la envidia. Las palmadas en la espalda ya no se dan solo dentro de la oficina, sino que resuenan –en forma de ‘me gusta’, emoticones y gifs– a lo largo y ancho del vasto planeta digital. Donde también habitan –siempre silentemente– los que sufren con la vida de los otros. Y, por más que se sepa que lo que se ‘postea’ suele ser solo lo positivo y alegre, una versión ‘photoshopeada’ de la realidad, la envidia aparece igual.

Carla Padilla, psicóloga clínica especializada en el mundo virtual, expone esta paradoja, que ha visto repetirse en su consultorio una y otra vez. “Es curioso, pero muchas veces no hay conciencia de esta edición. La realidad virtual se vive emocionalmente como verdadera. Porque al abrir Facebook y ver las fotos de mis amigos disfrutando en algún lugar bonito o en fiestas, el primer acto emotivo es sentir, y luego pensar. En muchos casos, el segundo acto tampoco se realiza objetivando, sino solo sintiendo... Lo cual es muy humano. En las redes sociales pareciera que no fuésemos humanos, sino unos seres perfectos, con vidas fantásticas. Y nadie se pregunta si esas fotos reflejan realmente la integralidad de esa persona y si realmente lo está pasando bien”.

El psiquiatra León Cohen ha estudiado la envidia por décadas y opina que “la envidia más potente es la que se siente en vivo y en directo, con alguien al frente y de un nivel parecido –advierte–. Sin embargo –continúa–, la amargura envidiosa se estimula mucho a través de las redes sociales, al saber de todos los beneficios que algunos gozan sin quizás merecerlo o habiendo partido de un origen similar al nuestro”.

Para el psiquiatra, la envidia tiene que ver con el deseo inconsciente de apropiarse de algo, de tener algo, y con la incapacidad de soportar la idea de no tenerlo.

“La envidia toca algo esencial: la diferencia. Toca el hecho de que tú estás viendo al otro que tienes al frente, que es alguien cercano, que tiene algo que tú sientes que no tienes. Lo que, incluso, puede no ser así. Pero tú sientes que él lo tiene y tú no –explica–. Entonces, no lo puedes tolerar. No toleras esa diferencia, y lo único que quieres en ese momento es destruir eso de esa persona y, quizás, a la persona misma.
Y ahí está lo más vergonzoso. Lo más terrible. Porque, en el fondo, todos somos distintos, y siempre habrá algo que nos diferenciará”. Así opera en la oficina

Cohen explica que en el mundo del trabajo, la envidia no se provoca solamente por los premios o incentivos que puede recibir un par, ni por posesiones materiales: también son envidiados los más diversos atributos de personalidad, como ser ingenioso, metódico, detallista, eficiente, elegante, culto o afectuoso.

“En el ambiente laboral, eso se infiltra en los celos y rivalidades, se despliega en los rumores y chismes, interviene en los pequeños detalles como retardar un memo, excluir a alguien de una reunión, apropiarse de las ideas de otro, acentuar o inventar fallas de un compañero, convertir en foco de bromas e ironías a alguien durante el almuerzo, hacer alianzas en contra de otro con base en invenciones, etc.” 

Las redes sociales dan mucha más posibilidad de que la persona envidiosa se descomponga por dentro y no pueda descansar del envidiado 

Lo que ha cambiado, y con fuerza, es que en la era de la conexión total, esa sensación se extiende más allá del horario laboral, pues el envidioso puede seguir la vida del envidiado en su tiempo libre (lo cual potencia su rencor).

“Las redes sociales dan mucha más posibilidad de que la persona envidiosa se descomponga por dentro y no pueda descansar del envidiado porque desarrolla una suerte de adicción, en el sentido de estar mirándolo, observándolo, siguiéndolo”.

Desde la mirada de este especialista, nunca hay una envidia sana: “La envidia siempre tiene un componente de odio, pero hay un espectro amplio para que se manifieste que va desde hacer comentarios hirientes disfrazados de chistes hasta el sabotaje, como hacer desaparecer un papel clave para tu compañero”. De raíces profundas

La envidia, coinciden los especialistas, no es necesariamente consciente para el envidioso. Es más: por lo general, es inconsciente. Y sus raíces pueden ser muy profundas. El psiquiatra lo ejemplifica en un gerente que “se descompone ante la intervención en las reuniones de un colega al que se le ocurren buenas ideas” y todos se las celebran.

“No lo sabe, pero ese colega toca una parte de su historia: la de su relación con un hermano al que siempre le iba bien en el colegio y al que su padre siempre elogiaba. La proyección de diversos sentimientos íntimos provenientes de experiencias familiares, y sobre todo infantiles, es común en los seres humanos. Los psicoanalistas la llaman transferencia. Y puede impregnar y distorsionar la realidad, haciendo que todo se vuelva subjetivo”.

El rol del liderazgo en la solución de los conflictos laborales gatillados por la envidia es fundamental. Maximiliano Hurtado, un experto en la materia y director académico de Clase Ejecutiva UC, opina: “El líder debe tener siempre el objetivo de indagar y resolver las causas de la tensión. Muchas veces se trata solo de trabajar un poco en la autoestima de sus colaboradores”, dice.

Tomar cartas en el asunto es esencial para la productividad de los equipos. “No dejar pasar estos conflictos –dice el psiquiatra León Cohen– es vital”. “Los daños en la empresa pueden ser a veces significativos”. Pero siempre hay que proceder con cuidado. Por ejemplo, el sujeto envidioso puede ser un aporte en otros temas, así que el jefe también tiene que cuidarlo. Debe ser sensible, perceptivo, contenedor y sabio al intervenir. “La envidia, al ser clandestina e, incluso, inconsciente, suele ser difícil de confrontar y genera mucha vergüenza y mucha negación”.

Uno de los fenómenos que más se han estudiado respecto a la envidia y el liderazgo es cómo esa emoción puede darse desde un líder hacia un subordinado, dando origen al acoso laboral. “Esto ocurre cuando el líder tampoco tiene autoestima; y la situación puede hacerlo llegar al extremo de buscar colaboradores no tan competentes para que nadie le haga sombra”, dice Hurtado.

Desde una perspectiva psicoanalítica, León Cohen es tajante: “En muchos casos hay abuso de poder motivado por la envidia frente a la belleza, talento, mundo o creatividad de un subordinado. Y esto puede ser nefasto para el desarrollo de una organización, pues se inhibe la creatividad del que está abajo”.

El director académico de Clase Ejecutiva UC añade que la llegada al mundo laboral de la generación ‘millennial’, con su permanente exposición en las redes, ha significado todo un desafío, en el sentido de adecuar los liderazgos a unos subordinados mucho más expresivos en el mundo virtual.

“Al parecer –explica–, las nuevas generaciones buscan ser desafiadas constantemente y usan las redes sociales para mostrar su respuesta frente a estos desafíos. Y es rol del líder entender qué mueve a cada persona y cómo se puede desarrollar su talento”.

No obstante, Cohen acota: “Hay personas muy exhibicionistas, que obran inconscientemente generando atmósferas dañinas hacia ellos”, y “luego se quejan de que ‘no saben por qué la gente es tan envidiosa’ ”. “Estas personas –agrega– no han aprendido que no se debe ‘contar plata delante de los pobres’. No se miden a la hora de hablar de sus premios, logros, viajes. Y a través de las redes, el impacto se magnifica”. Ambientes tóxicos

Pero, volviendo al corazón del asunto, Maximiliano Hurtado, de Clase Ejecutiva UC, subraya que la envidia provoca efectos tóxicos en las organizaciones. “La envidia tiene una influencia clara sobre la confianza, el clima y la motivación. La confianza que se da entre el líder y los colaboradores y entre los colaboradores se ve mermada cuando hay envidia. El clima laboral se vuelve menos saludable ante la presencia de envidia. Y, claramente, tanto para quien percibe la envidia como para quien la recibe, puede haber una disminución en sus niveles de motivación”.

Las redes sociales y nuevas tecnologías, acota, también están incidiendo en un aumento del ciberacoso. “Está empezando a ejercerse en los lugares de trabajo y, por supuesto, es un tema para analizar con mucha atención. Las consecuencias del ciberacoso laboral pueden ser más dañinas, dado que la exposición es permanente y el efecto de la viralización amplifica la magnitud de estas conductas y su daño”.

Un estudio de 2013 de la Universidad de Potsdam demostró que el uso pasivo de Facebook (ese que solo observa y no publica) arroja una merma subjetiva del bienestar. Y en la Universidad de Michigan se realiza desde el 2015 un estudio longitudinal para confirmar la evolución en el tiempo de dos vectores: la relación entre el uso pasivo y baja en la sensación de bienestar, así como el aumento de cierta emoción... Adivina cuál: la envidia.


https://www.eltiempo.com/economia/empresas/como-la-envidia-afecta-a-una-empresa-y-sus-trabajadores-311760

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