jueves, 26 de septiembre de 2013

Por qué mi junta directiva no funciona?


Una buena junta directiva debe lograr equilibrio y representatividad de la empresa.

Un miembro de ese selecto equipo es una persona que sabe gobernar, que aprendió a entender dinámicas de poder, conflicto y vanidades, y que exige vivir la virtud de la prudencia, que -como el metal- se acrisola con el fuego vivo, las dificultades y los errores.

Muchas de nuestras juntas directivas terminan siendo clubes de amigos del gerente o del dueño, donde se va a almorzar por cuenta de la empresa y el rol principal de los miembros es no interferir demasiado en los planes y proyectos del gerente.
Con el tiempo, las empresas han venido entendiendo que una buena junta directiva es uno de los principales factores de competitividad. Sin embargo, el rol del buen miembro de junta directiva aún es difuso.
Es más, si algún tema en el mundo de las empresas familiares, pequeñas compañías y organizaciones sin ánimo de lucro, especialmente, no termina de funcionar bien es el de las juntas directivas.
Y es que ser miembro de una junta no es tarea fácil. En primer lugar, no es un asunto ni técnico ni ejecutivo. No se trata de ir a una reunión y aplicar la última receta sobre reuniones efectivas; tampoco requiere de preguntas capciosas que demuestren erudición del interpelante, pero sí requiere de mayores condiciones, puesto que una buena junta no puede ser solamente polite o inquisitiva. Debe estar equilibrada por la supervisión y la contribución de cada miembro.
¿Cuáles son las principales características de un buen miembro de junta directiva? La primera y principal es la virtud de la prudencia, puesto que no debe traspasar la débil frontera entre dirigir y administrar. Sucede en ocasiones que muchos miembros entusiastas terminan inmiscuyéndose en los asuntos diarios y operativos, y con ello generan conflicto y malestar en el director ejecutivo. El profesor Jay W. Lorsch, de Harvard, resume este punto en una frase precisa: “La junta directiva debe reconocer y respetar las fronteras entre monitorear la gerencia y gerenciar la compañía”.
Recordemos la etimología de la palabra prudencia: viene de prudentia y esta, a su vez, de pro videntia, o sea el que ve por adelantado, el que ve por delante, lo que a la luz de una junta directiva implica la capacidad de anticipar el futuro, la habilidad de construir la estrategia de la organización, el rumbo y las ventajas competitivas de la empresa para los próximos años. Y ese rol es indelegable.
Una buena junta directiva debe tener unos miembros que en esa tarea sean capaces de monitorear el entorno político y económico y sepan qué está pasando con las principales variables de la estrategia empresarial: entorno, clientes, creación de valor y desempeño de la compañía.
Para ser miembro de Junta hay que estudiar, hay que leer y, sobre todo, hay que tener la mente abierta para detectar lo que está pasando. No en vano, la ley limita el número de juntas directivas a las que puede pertenecer un directivo. Una Junta requiere como mínimo una preparación efectiva de cuatro horas al mes. Esa es la diferencia entre un miembro que crea valor, y uno que no.
La otra característica de un buen miembro de junta directiva es su conocimiento del negocio, del sector y de la competencia para seleccionar el gerente idóneo de la compañía. Desafortunadamente, un error en este aspecto tiene consecuencias gravísimas para el desempeño de la organización. En este punto, es clave que el proceso de selección del gerente responda a la pregunta “¿Cuál es la estrategia de la compañía y en qué momento competitivo nos encontramos?”, para así determinar quien será el conductor correcto. Asunto y tarea nada fácil. Un buen ejemplo fue la selección de Javier Genaro Gutiérrez en Ecopetrol, quien había conducido con éxito la democratización accionaria de ISA.
Una buena junta directiva debe ser capaz de lograr equilibrio y representatividad al interior del órgano; que refleje la composición de sus accionistas; que se apalanque en el conocimiento externo de los miembros independientes y, sobre todo, que cuente con gente experimentada. Sorprende ver personas que suponen capacidad directiva después de ser gerentes o vicepresidentes; sin duda, serían buenos en su actividad ejecutiva, pero para ser miembro de junta hay que dar el salto de la dirección al gobierno… Y gobernar es aprender a entender dinámicas de poder, de conflicto y de vanidades, y exige vivir esa virtud de la prudencia, que como el metal se acrisola con el fuego vivo: con las dificultades y los errores.

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